viernes, 28 de octubre de 2016

Amistades en tiempos del chavismo



Definir lo que es un amigo o su amistad pareciera ser muy sencillo ¡Diccionario y listo! Según el diccionario de la Real Academia Española, la amistad es un "afecto personal, puro y desinteresado compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato". Ahora, si tuvieses que describir a tus mejores amigos ¿bastaría esa descripción? Seguramente no. 

Se podría decir que ser un verdadero amigo es un título honorífico que verdaderamente pocos alcanzan. Lleva mucho tiempo, alegrías, tristezas y rabietas para saber si alguien es merecedor de tal título. Algunas amistades comienzan cuando somos niños, otras llegan en la adolescencia y hay quienes en poco tiempo, durante la vida adulta, demuestran ser los mejores seres. 

¡Cuánta alegría da estar con ellos! ¡Ver películas, reir juntos por cualquier cosa, llorar en el hombro del otro por ese problema que era tan grande, que no podías soportarlo solo, darse consejos uno al otro como si fuesen grandes psicólogos, jugar como niños, conversar toda la santa noche por ese crush que hirió a tu amiga (y después del desahogo, hacen planes imaginarios de cómo joderle la vida al infeliz...). También a veces se pelean, pero se quieren tanto, que pronto se alegran de nuevo. 

Un amigo es un miembro más de tu familia con quien no tienes vínculos sanguíneos pero lo tratas como si éste efectivamente existiera y en este punto ya se estarán preguntando ¿qué tiene que ver todo esto con el título? En el pasado, mi país recibió con los brazos abiertos a una cantidad asombrosa de inmigrantes de muchas partes del mundo. Esas personas pronto amaron a su nueva tierra por el calor de las nuevas amistades y la relativa paz económica de la época. 

Hoy, no sólo la inseguridad ha hecho que nos despidamos de nuestros seres amados, muchos han partido a otros países con la esperanza de tener una mejor vida, huyendo a ser parte de las estadísticas de muertes por secuestro o robo en su tierra natal y sin duda, se han ido para dar lo mejor de sí y que finalmente sea reconocido su esfuerzo. ¡Y todo eso suena genial! Si son nuestros amigos, pues, deseamos lo mejor para ellos ¿No? Así es, pero la despedida es amarga, es dura, es dolorosa... (esto sin mencionar esas personas que fueron muy especiales pero pusieron su convicción política por encima de una amistad, pero ese es otro beta para un próximo post). Recordar los buenos tiempos con ellos produce un gran vacío, una sensación agridulce que en el momento no sabemos cómo llenar más que enviándoles un mail, un mensaje por Whatsapp o Facebook o con una llamada por Skype. Sin embargo, nada de eso se podrá comparar jamás a esos abrazos como de borrachitos, a esas trasnochadas conversando, estudiando o dándole consuelo a esas personas que, sin tenerlo como propósito terminaron convirtiéndose en verdaderos amigos de vida.

En esta época tan dura para Venezuela, el dolor de separarse de tus amigos es como un luto constante, se va uno, luego otro y otro... Eventualmente te vas tú también y ya casi todos están en latitudes muy distintas como para volver a verse fácilmente o andas con agustia por aquellos que siguen metidos en el caos del país, algunos por decisión propia y otros porque no han podido conseguir un camino para salir (y créame, no es nada fácil lograrlo).

Que esto sirva para que las próximas generaciones reconozcan una minúscula pero significativa parte del daño que hacen estos gobiernos, como muchos otros en el mundo, que engañan a sus ciudadanos valiéndose de la buena fe para subir al poder y luego joden sin límite o moral.

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